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El día de ayer quedará marcado en la historia musical de Guadalajara por siempre. La abarrotada carretera a Chapala ya lo vaticinaba y los letreros de “Ya no hay boletos” en taquillas y el lleno en la Arena VFG se encargaron de confirmarlo.
Pero es que ya habían pasado más de 10 años desde que Red Hot Chili Peppers hizo temblar al público tapatío por primera vez. Los presentes se estremecieron desde el inicio con la entrada enérgica de Flea al escenario, seguido de la reconocida figura de Anthony Kiedis y Chad Smith, y por el ahora guitarrista Josh Klinghoffer.
Monarchy of Roses se encargó de romper el silencio musical que había durado una década, y le siguieron Dani California y Scar Tissue que todos los presentes ayudaron a cantar, aunque nadie estaba seguro aún de lo que estaban viviendo y presenciando. Kiedis y sobre todo Flea interactuando siempre con el público en español siguieron brindando un señor espectáculo. En palabras de Flea, era una noche y una ciudad especial.
El concierto continuaba y el público se fundía cada vez más cuando escuchaba canciones como Can’t Stop, Snow, Under the Bridge, Suck My Kiss y Californication. Y después empezaron a tocar By the Way y todo ser presente se volcó hacia el escenario, convirtiéndose la arena en un manicomio. Entonces se fueron, y como una sola voz gigante y estremecedora sonaba “Olé, Olé Olé Olé, Red Hot, Red Hot”.
Regresó un Flea en sus 50 caminando al escenario, pero ¡de cabeza! Pudimos escuchar en el Encore, Around the World y Soul to Squeeze antes de que todo explotara y llegará el momento cúspide del concierto cuando se despidieran de Guadalajara por segunda vez con Give It Away. Todos cantaron, todos bailaron, y todos supieron en ese momento que había sido perfecto.